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lunes, 7 de septiembre de 2015

SIN PALABRAS.






SIN PALABRAS.



“En el lugar donde las lágrimas se aburren
mientras el monstruo de la noche se asoma,
en cada rincón de la sala se esconde el miedo,
entre las cortinas almidonadas o raídas por los años;
junto a la ventana entornada que devuelve la luz,
la luz mortecina de la cansada tarde sobre la ciudad;
los jóvenes se han recogido en su guaridas inocentes,
en este momento los delantales se recogen temblorosos,
en este justo momento los ojos se vuelven hacía la sombra,
no hay momentos sino uno sólo, un instantes apenas,
un sudor de escarcha que se escapa de la frente,
un volverse hacía la luz ya sin respuesta,
la noche que protege e inspira a los poetas,
no es más que una cómplice inocente del acto,
que tapará la mañana con su manto de indiferencia
tras esta noche de muebles testigos de su desdichas”.


“No vendrá nadie a visitar la estancia,
donde la sangre parece ya menos viva;
no pasarán los convidados a la pena,
ni llorarán los amigos por ella olvidados;
sólo unos pies de muerte de cera,
sostienen el cuerpo de heridas cosidas;
el temblor se atenúa con la dulce tarde,
caminando con esfuerzo por la alameda,
asida a los brazos del que, con palabras,
presume de divertir a su presa,
no sabe él que los ojos se le nublan,
al tiempo que intenta agradar sin esperanza,
pues de nuevo la noche, amiga del que no duerme,
asistirá con su silencio al ritual de los labios sellados,
y las manos de escarcha teñidas de rojo,
apretarán la cicatrices mil veces ultrajadas”.











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