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martes, 8 de marzo de 2016

A MI COMPAÑERO DE VIAJE.

Los montes de venas azules se erigen en jurados del río desbordado,
canales de agua que corren despacio por debajo de los huecos agrestes,
cavidades redondas asomadas a la punta del agua de delgadas líneas.

El cielo es blanco inmaculado, franjas de negras réplicas lo manchan,
entre las colinas navega una hoja perdida y apenas esbozada sin rubor,
los bordes son apuntes cuyos trazos tímidos apenas recogen el conjunto.

Los árboles han dejado de existir en el trozo de negro sobre blanco,
se mantienen expectantes ante la hora de su entrada en escena,
lo que sobra se abstiene de mostrarse orgulloso y se descuida.

Ni los árboles, ni las flores, ni los bellos jardines; colgantes,geométricos,
aristocráticos... tan sólo  piedra dura y blandos desniveles empapados,
el incierto paisaje que no encuentra modelo en el que recrearse.

La memoria perdida, el recuerdo encontrado, tantas tierras de antaño,
tanto mirar cada porción de maravilla, no queda en mi retina espacio
para la verdad desalentadora, solo rincones de escasos fotogramas.

Otros intentos de verdad encerrada, cuadriculada, verdad a medias,
verdad hecha de deseos encantados, de cuentos inverosímiles de niño,
verdad a golpe de línea y mancha, de hallar la vida en forma de mapa.

Me confundo entre la gente y no pienso en nada, solo en puntas de lápices
que se cuadran, obedientes, como un ejército de fantasía virgen e invisible,
esperando el segundo en el que la nada se manche de negro sobre el rectángulo.


domingo, 6 de marzo de 2016

SIN NADA.

Colorada espiga de cieno, que subyace melancólica:
irreverente y locuaz tras el velo doliente de lo cierto.
La calle absoluta y nostálgica que revela en su entraña
la vida ensangrentada y plena, de generaciones violentas.
Tañe el sol por entre los aires que devuelve el río,
no pienso en el mar que cae del cielo abatido.

Los colores se esfuman candorosos hacia el negro bullir
de las esquinas, de los tejados se resbalan niños tristes
de nuevo, los techos se desquebrajan ordenadamente
mientras en mi habitación, sollozando, se cuela el grillo.
Danza de pájaros oscuros y añejos, entre los que me muevo,
los arboles se vuelcan sobre mi almohada manchada de verde.

Lejos de la orilla se pierde el color de los riscos escondidos,
se desdibujan los corazones sin tregua ni aspavientos, solos
acompañados por una legión de "nadas", formadas en batallón.
La dureza de la melancolía es más fuerte que la muerte retrasada,
ya no pienso en el mar que me llena de alientos sin esperanza,
solo sobre nubes se alzará el largo rememorar de un nuevo tiempo.

viernes, 4 de marzo de 2016

EL ENVITE DE LAS ROCAS.

Los pies mojados de terciopelo leve, miran con denuedo el horizonte,
blasfeman de la inmundicia refinada que nos hace cobardes de nuevo,
los pies oyen el temblar de los redondos huecos por los que no pasa el mar,
marcan la cordillera del viento entre las rocas blancas que se alzan gráciles.

Los dedos se aposentan en cada verdor leve de posibles épocas secas,
siglos de roca, verde de mar, pies de hielo sobre el fuego del tiempo,
las rocas gráciles devuelven la vida a los dedos anhelante, para retirar
sin miedo los lisos y negros rastros de pizarra, de negra superficie rodada.

Mis dedos bailan una danza de frío invierno entre las calientes aguas,
de noches imbuidas en camisones de hierro, de frío invierno sin rocas,
sin amasijos de colores en mi pies, por debajo de mi mirada ardiente,
los dedos de mis pies que, al fin, se sacuden los últimos moradores.

Vuelvo mi mirada a la sombra, penetro en el ocaso de luz, irremediablemente
transito por pasillos de olor a miedo, mis pies me siguen enfermos y a rastras.
El sillón de verde mar de terciopelo me habla de una luz postrera, consuelo
para negras veladas de pies muertos, apoyados al filo de la luz redonda.

Dedos rodando por escaleras, vestidas de primavera, cielo esperando
que de nuevo la línea continua de rocas blancas se deshaga al tropezar
con los nuevos pies de años incumplidos, de juventud ajada sin estreno,
sólo los pies de nuevo fríos de fuego, harán rodar inviernos bajo ellos.