Entre volante y volante suenan campanillas,

la alegría de mi tierra no es blanca ni celeste,
que es del color del albero de mi plaza blanca;
de la plaza donde el domingo torea una sombra,
piel de negro carbón la espera quieta y sola.
Ya no siento mi corazón, solo siento espadas,
espadas violentas, sobre tu potente espalda,
no te espera ya el campo ni el árbol de fruto caído;
no te espera nada, solo una sombra de muerte,
solo un espejismo de vida, flamencos sones,
flores de papel, vida entre tu estampa inerte.

pena de vida, alegría de amargo duelo,
todo se confunde en esta bacanal de tristeza,
en este puntual duelo de dicha furtiva;
feria de sudor y risas, frió hielo de tristeza,
flores y lunares, negro azabache apenas nacido.
Paseo por tus plazas, ciudad de excesos,
ando el recuerdo temprano del éxtasis,
todo igual que siempre, miseros rescoldos,

muerte que espera a tu espalda noble y doblada,
dispuesto ya el sacrificio: ¡Todo sea por la patria!.
Farolillos de alegría sobre tu cabeza quebrada,
mantones sobre tus ojos, vida y muerte sin remedio;
espero que tu sangre ya no se vierta sobre la vida,
espero que tu dolor ya no abandera la alegría.
flores y lunares, rojos y verdes, volantes de vida,
amarillo albero teñido está de espesa muerte.
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