sábado, 20 de febrero de 2016
ESPERANZA
Sólo quisiera descansar un momento,
dejad quedo el estruendo más violento,
guardad hondo el grito infinito del hastío,
soportad entre vuestros dientes el sudor
de los hombres malolientes y violentos.
Cerrad mis ojos a pesar de mi misma,
tapad mis oídos sangrantes y temerosos,
siempre anhelantes de silencios escasos,
que mis cabellos tropiecen con almohadas
en las que bordareis palabras de calma.
Solo quiero dormir de verdad un instante,
soñar con lo que mañana pueda recordar,
alegre de pensar que todo ha sido mentira,
no despertar de nuevo instalada en la ira,
en un retorcerme duramente para vencerme.
No solo soltar el hilo del infortunio quiero,
deseo además asir la vela que navega sola,
sin barco ni mástil que impida su vuelo,
estar despierta y dichosa deseo, mundo,
abandonar del todo el miedo que me mata.
No más noticias esperadas, ni esperanzas
con sabor a disculpa, no más dolientes,
ni amigos de la curiosidad malsana deseo,
no quiero aflicción ni alegría, ni perdón,
ni perdonar, solo nacer al morir anhelo.
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martes, 16 de febrero de 2016
SIN SENTDOI
El árbol candente del madero es traidor
entre el Cristo que abomina las sorda noche
clara y evidente teñida de sol,
por la vertiente lasciva del temblor primero,
luciérnaga ausente de luminaria,
reconoce en su fulgor el devenir del siglo.
Cánticos insolentes, remediados del olvido
tañen el ocaso con su nuevo ruido de espasmo,
el absoluto se quiebra mostrando el ayer
que no permite más que un nuevo día moribundo
en medio de la cloaca vacía y rancia con olor
a hierbabuena de seca impronta.
Las miles de razones que flotan en la tierra
logrando atraer los ufano y lo malévolo,
rascan el suave tapiz del universo estrecho
encerrado en enfermos de dolencias inciertas,
aquí encontramos las finas briznas donde
adormecer nuestros látigos de viento.
Luna rosa intermitente y hostil que laminas
la suculenta nocturnidad enturbiada,
risco germinado en el espacio hábil
donde las primeras ruedas deformes
avanzan hacia el denuedo brincar
arrastrando los cimientos hastiados de cal.
lunes, 15 de febrero de 2016
RESURRECCIÓN
Como la belleza de
la colina tronchada,
muere el hombre cada
día entre sus miserias,
no alcanza a
imaginar el sol que desde el principio
se asoma insolente
dominando la tierra:
nubes de oscuros
presagios pesan sobre su cabeza.
El hombre como Dios
mira de nuevo, imponente,
hacia el precipicio
de lo que ignoramos y amamos;
cada año el ritual
de efímeras promesas se renueva,
y parece que
atisbamos una llama de aliento
hacia la voluntad
eternamente doblegada.
La llama se
extinguirá invariablemente,
con el paso de las
tormentas y las sequías,
las almas se
mantendrán imperturbables,
aguardando,
pacíficas, el poder guiarnos
hacia una
resurrección ya nacida moribunda.
No habrá montaña
ni colina, ni belleza truncada,
en el paraíso de
las almas que todos perdimos;
el placer soñado
cada invierno nos embarga
con cada sorbo de
vino añejo regalado,
¿pesarán flores
mañana sobre nuestras cabezas?.
Cita de blanco
encuentro entre hermanos,
unidas las manos
tiernas de tiempo;
callado tacto de
niños nacidos en el caos,
lenta despedida de
los que pronto añoraremos,
obligado rito de
deseos bajo cada árbol engalanado.
RAMAS
Cimbreante
la rama acogida por los nuevos brotes,
lino
ágil, sugerente empresa, textil e inaudito fervor,
nacimiento
amargo de la flora nueva entre la hierva,
ángeles
de flores negras y suaves, tiernas y melosas,
son
los colores lánguidos y lúcidos en la noche fresca.
Cuenta
de perlas entre dichas eternas, sentimiento
de
las olas quedas, rescoldo de la acometida feroz,
nubes
de rasgos de espuma, nunca siento el vaivén
del
brillo, resplandor fugaz de la mañana indómita,
vertiente
amarga de lodo, bajo todo lo que nace herido.
Atmósfera
feroz, altiva humanidad resignada,
la
flor de color piel de las damas, no existe nada,
cadena
ensimismada en ruedas eternas de gente,
los
pies desnudos, alcanzados temporales, la lluvia,
salto
mortal de los que se arrojan a domadores ciegos.
Ciudad,
tierra de banderines floreciendo, la dulce rama,
de
la que el árbol primero ansía el recuerdo, flores y ramas,
el
brillo de la noche se parece a las pistolas de los gangsters,
absurdo
amanecer de cristales rotos, cielo sin ramas de colores,
calles
de ríos, mares de plazas, ciudad acorralada por la luz.
El
miedo llega desde la montaña, flores de nácar, tiernos brotes,
mira
a la luna de fiesta invertida que pasea por la madrugada
de
los cristales rotos, donde se observa curiosa, luna sin dueño,
vida
diminuta que se mira en tu espejo, sostenlo alegre,
sacrificios
de dioses trasnochados beben de tu savia redonda.
PARÉNTESIS
Ya
se frenaron las risas de los niños solos,
se
apaciguaron los lamentos mudos del humilde;
las
damas se despojan de sus disfraces de oferta
mientras
sus dueños ruedan entre bares inventados.
El
cristal roto parece hecho de estrellas gigantes,
se
aquieta despacio el convulso latir de las oficinas;
el
viento arrastra las últimas hojas del mártir diario
al
tiempo que se escribe un nuevo amanecer sin sentido..
Las
calles y avenidas son oscuros y torpes laberintos,
diminutas
ante la falsa promesa de un mañana claro;
las
preguntas se esquivan más la verdad se intuye
a
través de las gastadas sábanas lúcidas y heladas.
Las
máquinas descansan exhaustas y quebradas,
sus
amos imploran un sueño blanco de olvido;
leve
paréntesis de grandes esperanzas aplazadas
cuando
apenas una cansada claridad lo aniquila todo.
El
hombre gris aguarda agazapado tras la cortina,
esperando
el momento de iniciar de nuevo el vuelo;
los
sueños son cegados por luces de antorchas crueles
que
asesinan cada día la tregua ante la locura repetida.
Ya
se siente el pesado sol sobre nuestra espalda,
caen
lentas las penúltimas flores breves y secas;
los
parques de atracciones vacíos adelantan el cierre
pensando
que, tal vez, la oscuridad perfecta llegue.
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LAS MUJERES DE LA GUERRA
Metralla sobre el trigo, perfecto morir
entre ramas,
las ruinas acogen su carne joven entre
cimientos;
miles de niños huérfanos aúllan en
la noche carmesí,
mientras se
amamantan de la sangre brotada del ausente.
Madres de madres,
hermanas de madre; esposas solas,
entre vuestras
costuras se esconde el valor suficiente;
el empuje violento
de la vida: la vida obligada a serlo
por los hijos que
recogen obedientes la sangre del héroe.
De la cama alta, la
que moldea tu grácil cuerpo,
te levantas en la
madrugada, helada de viento y miedo;
mientras avanzas
tropiezas con tu nuevo compañero:
el conformarse
impávida con la soledad sin remedio.
Gigante tu figura,
soporta todo el imposible peso,
el peso de las
canastas de injusticia sobre tu cabeza,
el peso del hambre
pegado a tu seco vientre,
el peso del tiempo
sobre tu altiva y ancha frente.
Arrugas sobre el
rostro de nácar adolescente,
curvatura del alma
retorcida y de los huesos;
duele el cuerpo
plegado y el corazón valiente,
encogido e inmenso,
abraza de nuevo el recuerdo:
“Compañero que
caíste bajo la lluvia de acero,
no pudiste ver a tus
brotes curtirse por el esfuerzo;
yo, abanderada de
las tropas, hechas de viejos, niños
y mujeres solas, he
vengado tu temprana muerte”.
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COMIENZA EL SHOW
Duro perfil recortado entre pesado
cortinaje,
de polvo espeso cubierto, a duras penas
rojo;
tímidamente esboza su actuación
sonriendo,
el hombre de estampa inquebrantable.
Sus guantes de blanco palomar
escondido,
se burlan del extrañado observador
distante;
mientras un sombrero de mísera
apariencia,
es asido por sus adiestrados dedos
inquietos.
Trampa de siglos repetida, mentira
enajenada,
aun así el espectáculo de lo burlesco
se rinde,
ante el misterio tantas veces
denostado:
al fin, la línea de lo imposible se
vislumbra.
No ensayen, prosaicos y asiduos
aguafiestas,
mil formas de deshacer el entuerto
eterno,
no rompan, con sus deducciones crueles,
el frenesí de aplausos roncos ante el
milagro.
Tal vez en un alma en ciernes, en un
tallo,
en una enjuta membrana de sentimiento;
latirá el deseo de recomponer gráciles
damas,
atrapadas en baúles heridos por
lanzas.
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