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martes, 16 de febrero de 2016

SIN SENTDOI




El árbol candente del madero es traidor
entre el Cristo que abomina las sorda noche
clara y evidente teñida de sol,
por la vertiente lasciva del temblor primero,
luciérnaga ausente de luminaria,
reconoce en su fulgor el devenir del siglo.

Cánticos insolentes, remediados del olvido
tañen el ocaso con su nuevo ruido de espasmo,
el absoluto se quiebra mostrando el ayer
que no permite más que un nuevo día moribundo
en medio de la cloaca vacía y rancia con olor
a hierbabuena de seca impronta.

Las miles de razones que flotan en la tierra
logrando atraer los ufano y lo malévolo,
rascan el suave tapiz del universo estrecho
encerrado en enfermos de dolencias inciertas,
aquí encontramos las finas briznas donde
adormecer nuestros látigos de viento.

Luna rosa intermitente y hostil que laminas
la suculenta nocturnidad enturbiada,
risco germinado en el espacio hábil
donde las primeras ruedas deformes
avanzan hacia el denuedo brincar
arrastrando los cimientos hastiados de cal.

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