Cimbreante
la rama acogida por los nuevos brotes,
lino
ágil, sugerente empresa, textil e inaudito fervor,
nacimiento
amargo de la flora nueva entre la hierva,
ángeles
de flores negras y suaves, tiernas y melosas,
son
los colores lánguidos y lúcidos en la noche fresca.
Cuenta
de perlas entre dichas eternas, sentimiento
de
las olas quedas, rescoldo de la acometida feroz,
nubes
de rasgos de espuma, nunca siento el vaivén
del
brillo, resplandor fugaz de la mañana indómita,
vertiente
amarga de lodo, bajo todo lo que nace herido.
Atmósfera
feroz, altiva humanidad resignada,
la
flor de color piel de las damas, no existe nada,
cadena
ensimismada en ruedas eternas de gente,
los
pies desnudos, alcanzados temporales, la lluvia,
salto
mortal de los que se arrojan a domadores ciegos.
Ciudad,
tierra de banderines floreciendo, la dulce rama,
de
la que el árbol primero ansía el recuerdo, flores y ramas,
el
brillo de la noche se parece a las pistolas de los gangsters,
absurdo
amanecer de cristales rotos, cielo sin ramas de colores,
calles
de ríos, mares de plazas, ciudad acorralada por la luz.
El
miedo llega desde la montaña, flores de nácar, tiernos brotes,
mira
a la luna de fiesta invertida que pasea por la madrugada
de
los cristales rotos, donde se observa curiosa, luna sin dueño,
vida
diminuta que se mira en tu espejo, sostenlo alegre,
sacrificios
de dioses trasnochados beben de tu savia redonda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario