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lunes, 15 de febrero de 2016

RESURRECCIÓN





Como la belleza de la colina tronchada,
muere el hombre cada día entre sus miserias,
no alcanza a imaginar el sol que desde el principio
se asoma insolente dominando la tierra:
nubes de oscuros presagios pesan sobre su cabeza.

El hombre como Dios mira de nuevo, imponente,
hacia el precipicio de lo que ignoramos y amamos;
cada año el ritual de efímeras promesas se renueva,
y parece que atisbamos una llama de aliento
hacia la voluntad eternamente doblegada.

La llama se extinguirá invariablemente,
con el paso de las tormentas y las sequías,
las almas se mantendrán imperturbables,
aguardando, pacíficas, el poder guiarnos
hacia una resurrección ya nacida moribunda.

No habrá montaña ni colina, ni belleza truncada,
en el paraíso de las almas que todos perdimos;
el placer soñado cada invierno nos embarga
con cada sorbo de vino añejo regalado,
¿pesarán flores mañana sobre nuestras cabezas?.

Cita de blanco encuentro entre hermanos,
unidas las manos tiernas de tiempo;
callado tacto de niños nacidos en el caos,
lenta despedida de los que pronto añoraremos,
obligado rito de deseos bajo cada árbol engalanado.











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