Ya
se frenaron las risas de los niños solos,
se
apaciguaron los lamentos mudos del humilde;
las
damas se despojan de sus disfraces de oferta
mientras
sus dueños ruedan entre bares inventados.
El
cristal roto parece hecho de estrellas gigantes,
se
aquieta despacio el convulso latir de las oficinas;
el
viento arrastra las últimas hojas del mártir diario
al
tiempo que se escribe un nuevo amanecer sin sentido..
Las
calles y avenidas son oscuros y torpes laberintos,
diminutas
ante la falsa promesa de un mañana claro;
las
preguntas se esquivan más la verdad se intuye
a
través de las gastadas sábanas lúcidas y heladas.
Las
máquinas descansan exhaustas y quebradas,
sus
amos imploran un sueño blanco de olvido;
leve
paréntesis de grandes esperanzas aplazadas
cuando
apenas una cansada claridad lo aniquila todo.
El
hombre gris aguarda agazapado tras la cortina,
esperando
el momento de iniciar de nuevo el vuelo;
los
sueños son cegados por luces de antorchas crueles
que
asesinan cada día la tregua ante la locura repetida.
Ya
se siente el pesado sol sobre nuestra espalda,
caen
lentas las penúltimas flores breves y secas;
los
parques de atracciones vacíos adelantan el cierre
pensando
que, tal vez, la oscuridad perfecta llegue.
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